Antologia poètica de Vicente Sarthou

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Vicente Sarthou

Textos publicats per Carlos Sarthou en honor del seu germà Vicente Sarthou Carreres (1889-1951) en un llibre pòstum que va titular "La voz del poeta muerto" (1952)


LA GUITARRA SOLA

A Tárrega

Agobiada por negros crespones

y escondida en un pobre rincón,

una vieja guitarra descansa

en olvido que inspira dolor.


Esa pobre guitarra fue un tiempo

animada de vida y de voz,

pues fue siempre la joya adorada

de un engendro del arte y del sol;

de un artista que supo en arpegios

describir el afán y el dolor,

la alegría infantil de la risa

y la noche y los rayos del sol;

de un artista de vida bohemia

todo arte y gloriosa pasión.


En sus brazos la vieja guitarra

fue animada de vida y de voz,

y en un eco del alma del genio.

al pulsarla, el cantor se tornó.


¡Pobre triste olvidada guitarra!

ya por siempre perdiste tu voz;

ya no eres el eco del genio

que en sus brazos alientos te dio;

ya no expresas sonrisas ni llanto

ni palpita en tu seno el amor.


Aquel hombre que fue sentimiento,

aquel hombre que tanto te amó,

ya jamás pulsará tus seis cuerdas

arrancando un melódico son.


Caminaba, vestido de luto,

con compás de vetusto reloj,

sin que nunca la risa viniese

a cortar su tranquilo dolor.

Parecía un fantasma marchando

por un campo de vana ilusión;

parecía una flor ya marchita

o un reflejo muriente del sol.

Pero un día borróse el fantasma;

se perdió, al deshojarse la flor,

y acabó entre penumbras su vida

al reflejo muriente del sol.


Desde entonces la pobre guitarra

ya no sale del triste rincón

en que yace, olvidada por todos,

con olvido que inspira dolor.



HORAS DE AGONÍA

Hay ciertos momentos en que sin motivo se entristece el alma;

hay ciertos instantes

en que los amantes

en su pecho sienten dolorosa calma;

hay algunas horas en que nos invade la melancolía;

horas de amargura, horas de agonía,

horas en que el hombre, al sentirse inerte,

cree que se encuentra cerca de la muerte…


La imaginación

se complace entonces en representarnos,

para torturarnos,

la mujer que hiere con ingratitudes nuestro corazón.

Temerosa, bella, de rosada cara y ojos soñadores;

bella, que ha inspirado nuestro amor ardiente,

bella que las trovas en que confundimos súplicas y amores

oye indiferente;

temerosa bella,

que para mi alma es como una estrella,

puesto que yo nunca la podré besar;

bella a quien adoro con dolor y pena,

tal vez porque es loca, tal vez porque es buena,

tal vez porque nunca la podré alcanzar.


Callan los sentidos,

y con sus latidos

dice el corazón:

“Quieres ser dichoso, quieres olvidar,

pero yo sin tregua busco la emoción,

nunca, aunque lo intentes, dejarás de amar”.

Los sentidos callan, pero la memoria

nos presenta todo lo que en nuestra historia

nos causó pesar:

horas que tuvimos de remordimiento;

el postrer lamento

que lanzó una hermana; lánguido cantar

que entonó un demente antes de expirar…


Penas y dolores… Larga cabalgata

que la dicha mata…

Horas en que reina la melancolía;

horas de amargura, horas de agonía.

Devolved al alma

goces y alegría;

odio vuestra calma;

quiero despreciaros, quiero aborreceros, soy joven, soy fuerte,

quiero no encontrarme cerca de la muerte…



DESILUSIÓN

Porque nunca has logrado conseguir el anhelo

de encontrar un Lohengrin todo fuego y amor,

el coral de tus labios ha perdido el color

y a tu pecho aprisiona un letal desconsuelo.

Porque mucho has soñado en un mágico cielo,

y un jardín donde nunca penetra el dolor,

la sangre de tus venas se queda sin calor

y muchas ilusiones de tu alma alzan el vuelo.

Y al pensar en el mundo un día y otro día

tus tiernas esperanzas se deshojan cual flores;

en tu rostro divino se esfuma la alegría,

y los negros reflejos de tus hondos dolores

te encierran en la cárcel de tu melancolía

sujeta en los hierros de tus muertos amores.



NUPCIAS FLORIDAS

Fue en abril. Los naranjos habían florecido.

El azahar regalaba su aroma pasional.

Yo te dije: “Este huerto es el nido

que formé en holocausto de tu amor virginal”.

Las abejas zumbaban. La tarde se extinguía.

Entonaba la fuente una dulce canción.

Tu mirada, al cruzarse con la mirada mía,

producía en mi alma una tierna emoción.

Yo te hablé con dulzura. Te miré con cariño

y nos sentamos juntos sobre el césped. El cielo

se adornaba de estrellas. Yo lloré como un niño

al verme ya dichoso con mi más dulce anhelo.

Tú estabas admirable. Yo sacudí una rama

y una lluvia de azahar cayó sobre tu cabellera.

¡Qué sublime contraste! Tu mirada era llama,

y el azahar blanca nieve me pareció que era.

¡Oh rubia encantadora! De aquella nube de oro

sólo queda el recuerdo. La dicha es una flor.

Al conseguirla, muere. Es el mejor tesoro

el tener ilusiones. La verdad es dolor.


EN QUÉ PIENSO

Con tu voz seductora, que es ambrosía,

más preciada que el néctar de tiernas flores,

en qué pienso, preguntas, gacela mía,

al contemplar tus labios arrulladores.

Contemplando tus labios, pienso y deliro.

Pienso que eres más bella que el sol naciente.

Pienso que eres tan leve como un suspiro.

Pienso que se acrecienta mi amor ardiente.

Pienso que cuando juntos, con gran ventura,

un nido construyamos donde querernos

cantaré madrigales a tu hermosura

que por ser cual tú, bellos, serán eternos.

Pienso que será gloria para mi vida

contemplar tus mejillas con embeleso

y tenerte en mis brazos de amor rendida

ofrendando a mis sueños ardiente beso.

Pienso que eres mi vida, que eres mi cielo;

que eres sol de mi alma, que eres fulgores,

que eres y serás siempre mi solo anhelo,

que es tu voz la que imitan los ruiseñores.

Deliro por cubrirte de tiernas flores,

por que siempre me miren tus grandes ojos,

por morir, cuando muera, sintiendo amores,

¡besando con locura tus labios rojos!


Y EN LA DESIERTA LLANURA...

I

Cuando llegue la adorable y apacible Primavera

y florezcan los rosales, y retorne a la pradera

a formar un nuevo nido el amante ruiseñor,

llenos de esperanza iremos a los mágicos jardines

a aspirar el grato aliento de los trémulos jazmines

que, mecidos por la brisa, dan su aroma embriagador.


Con los más rojos claveles adornaré tu cabeza

y, cogiéndote las manos, adoraré tu belleza

y te diré, apasionado, un sentido madrigal;

y así un día y otro día, entre luces y entre flores,

pasará, cantando endechas, la estación de los amores,

inundando nuestros pechos de pasión y de ideal.


II

Llegará el ardiente Estío, todo fuego, todo llama.

Cargada de óptimos frutos se doblegará la rama

y entonará la cigarra su monótona canción.

Serán oro las espigas y las lindas mariposas

volarán por la hondonada y, parándose en las rosas,

libarán su rico néctar- Dirá el bosque su oración.


Nos iremos a la playa. Y, para que yo te vea

como Licio viera un día a su amada Galatea,

a que juegues con las olas humilde te invitaré.

No fue Tetis tan hermosa como tú serás hermosa

sobre el fondo sonriente de la playa deliciosa.

Yo, mil veces que te adoro en la arena escribiré.


III

El Otoño con sus brumas a Cloris dará temores

al ver cómo lentamente sus galas pierden las flores

y se esfuma el poderío de su imperio encantador.

El sol tendrá menos brillo. Tendrá menos luz el día.

Y será fría la tarde y la noche será fría;

y a otras tierras más ardientes emigrará el ruiseñor.


En el salón en penumbra evocarás dulcemente

las sonatas de Beethoven. Y en la taza de la fuente

brotará el eco vibrante de una historia de cristal.

Reinará un silencio augusto. Miraré con embeleso

tu hermosura peregrina. Y un interminable beso

cerrará el clavel sangriento de tu boca virginal.


IV

Tiene demacrado el rostro el Invierno descarnado.

Representa lo caduco, lo inerte, lo destronado.

En él falta lo más bello. Falta la luz, el color.

Cuando él llegará los campos se inundarán de blancura.

Morirán las mariposas. Y en la desierta llanura

el viento arrastrará una seca y dolorida flor.


Nos sentaremos muy juntos frente al fuego. Tú, mimosa,

me rogarás que te narre la leyenda primorosa

de la pálida princesa y del apuesto doncel.

Se oirá el zumbar del viento. En la Muerte pensaremos

e inclinando nuestras frentes al Señor le pediremos

que nos guíe para hacernos dignos de llegar a Él.


ASÍ TE DECÍA…

I

Eres toda fuego… En tus magos ojos

brilla la insinuante llama del deseo…

En tus labios vírgenes

refulge un anhelo…

Eres toda fuego… Como de una fragua

sale el aire, sale tu cálido aliento…

Es llama tu frente…

Es brasa tu fuego…

Tienen tus palabras resplandor de hoguera…

Al rozar mis manos tus manos, me quemo…

Me quedo abrasado

si me das un beso…

Así te decía cuando me quisiste;

en aquellos tiempos

en que florecía un rosal de amor

dentro de tu pecho.


II

Eres toda nieve… Tus ojos sublimes

están apagados, inmóviles, muertos…

Tus labios sangrantes

están como el hielo…

Eres toda nieve… Como el viento frío

del invierno triste, es frío tu aliento…

Tu frente está helada…

Escarcha es tu cuerpo…

Tienen tus palabras dejo de cansancio…

Al darte un abrazo cariñoso, tiemblo…

Me quedo muy frío

si me das un beso…

Así te decía cuando te cansaste

de estar en mis brazos; en aquellos tiempos

en los que moría un rosal de amor

dentro de tu pecho.


III

En mi vida has sido, bella aventurera,

dolor y alegría, pesar y consuelo…

Algún tiempo, nieve…

Algún tiempo, fuego…



MI CAPA EXTIENDO

Ríe y canta gitana;

ríe sin tino;

ríe y canta sin pena

que aún queda vino.

Ríe; este día

que se abra el capullo

dela alegría.


A la sombra movible

que da la parra

acaricia las cuerdas

de tu guitarra.

Sean sus sones

armonía que alegre

los corazones.


Ríe y bebe, gitana,

la vida es bella.

Por cada flor que muere,

nace una estrella.

Si tú, nenita,

te mueres, saldrá entonces

la más bonita.


Esta copa de vino

lleva a tus labios;

bebe y olvida olvidos

penas y agravios.

Chiquilla loca,

si la copa se quiebra

bebe en mi boca.


Deja que sobre el suelo

mi capa extienda:

sobre esta prenda humilde

baila tú, prenda;

bajo la sombra

será para tu danza

sufrida alfombra.


Yo ofrendaré a tu gracia

mis seguidillas

que, al llegar a tu oido

te harán cosquillas.

¡Olé la nena,

y que viva tu carne

dura y morena!


¡Salta y ríe, chiquilla!

Ya tu mirada

despide resplandores

de llamarada.

¡Mueve los ojos!

Al moverlos me asaltan

dulces antojos.


Descubre tus pies lindos,

luce el charol;

al mirarlo, de envidia

morirá el sol.

¡Vivan tus brazos!...

Son una deliciosa

fuente de abrazos.


¿Qué te cansas, me dices?

Descansa un poco.

Pero ríe. Tu risa

me vuelve loco.

Ríe sin tino.

¡Ríe y bebe sin tasa

que aún queda vino!...


ME ESTABAS ESPERANDO

Temblando de alegría y de emoción

te recibo, Jesús, en mi morada;

y siendo inmenso Tú, siendo yo nada,

te albergas en mi pobre corazón.


¡Oh, milagro de amor! ¿Cómo podría

expresar lo que pienso y lo que siento,

traducir en palabras mi alegría,

con la pluma exponer mi sentimiento?


Vano empeño. La mente se resiste

y brota de mis ojos dulce llanto.

Señor: Con tu dulzura me venciste.

¡No merezco que Tú me quieras tanto!


Enfermé, y me cuidaste tiernamente;

te olvidé, y me llamaste cariñoso;

me perdí, y me buscaste diligente;

¡te ofendí, y me perdonas generoso!


Andaba por el mundo tropezando,

dando tumbos un día y otro día;

¡y Tú, Jesús, me estabas esperando

amoroso en la Santa Eucaristía!


Jesús, mi buen Jesús, qué bien me hiciste.

Una dicha sin par me sume en llanto.

Con tu inmensa dulzura me venciste.

¡No merezco que Tú me quieras tanto!