Antologia poètica de Francisco Moreno
Contingut
HIMNE A VILA-REAL
A VILLARREAL, MI PATRIA. Canto (1916)
Bien haya tu cielo de gratos albores,
oh patria que viste correr mi niñez;
bien hayan tus brisas, bien hayan tus flores
de tu alma campiña, bien haya el vergel.
Diadema amorosa de tul y azahares,
circuye tu frente cual reina oriental;
tus pies perfumados los baña el Mijares
que, ufano, retrata tu límpida faz.
El nácar precioso que Diana atesora
te viste de rayos de blanco fulgor;
y el áureo celaje que pinta la aurora
te envuelve en un manto de hermoso arrebol.
Sí, bella, muy bella es mi patria querida,
la hija de reyes de fama inmortal,
que en lucha gigante pasaron la vida
rasgando las hojas del viejo Corán.
Resbalan sus días en lúcida calma;
no turban su sueño, tranquilo y feliz,
los odios malditos que hieren el alma
y el pecho desgarran con ansia febril.
El ángel bendito, que Dios ha ordenado
vigile el recinto de Villarreal,
de día y de noche, con sumo cuidado,
extiende sus alas de espuma y coral,
e irradia la lumbre de santos candores
que barre la niebla del dolo traidor,
disipa las nubes de viles rencores
y enciende las almas en fuego de amor.
Por eso semeja un trasunto de cielo
la tierra adorada que pisa mi pie;
por eso en la misma no falta el consuelo
que da a los mortales el sol de la fe.
Por eso sobre ella derrama natura
sus dones de aurora, de brisas de abril,
de flores galanas, de amena verdura,
de frutos sin cuento y de claro zenit.
¡Oh patria del alma! Mi pecho se ensancha
mirando tu cielo, tan limpio y azul,
que nunca lo enturbia la más leve mancha,
que siempre destella torrentes de luz.
Bien haya la hermosa corona de azahares
que ciñe tus sienes cual reina oriental;
bien hayan las aguas del río Mijares
que dan a tus campos verdor perennal.
RITMOS
Si me quieres, hermosa Dorila
si late en tu pecho la férvida nota
de ese amor que traspasa la altura,
vadea el torrente y distancias acorta;
¡ay, bien mío!, no quiero que seas
la ráfaga brusca, la túmida ola
que al intrépido nauta amenazan
con riesgos de muerte y eterna zozobra.
Para mí tú has de ser el rocío
que esmalta y refresca los campos de Flora;
el sonoro cristal del arroyo
que apaga la sed de la dúlcida tórtola;
el suspiro del aura suave
que arrulla la flor entre besos de aroma;
la divina sonrisa el alba
que borra la niebla y disipa las sombras.
Anochece, mi bella Dorila.
Sereno está el cielo, y la faz de Latona
baña en rayos de límpida plata
la playa desierta y las trémulas ondas.
Ven conmigo, no temas la noche…
Allí junto al agua, queditos y a solas,
me dirás que eres mía mil veces
y yo te diré de mi amor las congojas.
Porque, lejos de ti, languidezco
y siento en el alma una pena tan honda,
comparable tan sólo a la angustia
que sufre el proscrito, en playas remotas,
esperando anhelante el momento
de dar un abrazo a los seres que adora.
Ven conmigo. La noche serena
rodea el amor de una calma dichosa,
y en tu frente más limpia que el cielo,
no hay nubes de dudas que en celos explotan.
Tu eres digno de paz y ventura,
no triste presagio que el pecho acongoja,
como la ráfaga,
como la ola,
como los riesgos
y la zozobra.
En la verde arboleda cercana,
¿no escuchas el canto feliz de la alondra?
¡Ay, Dorila!, es que el alba nos viene
vestida en su manto de tintas radiosas.
Es preciso… Llegó ya el momento
de dar un adiós a este idilio que arroba,
porque el día es un mal confidente
que siempre, indiscreto, descubre y pregona
los secretos de amor que se guardan,
el mar y la brisa, la luna y las sombras.
Dame el brazo, y partamos ligeros.
¡Tú tiemblas!... ¿Qué tienes?, ¿qué cuita traidora
te llenó el corazón de amargura
después de una noche pasada en la gloria?
¡Y suspiras!... ¡Qué espina me hiere,
qué duda más negra me hostiga y azota!
¡Ah, no es eso! Está bien, ya respiro.
Si tiemblas y gimes, suspiras y lloras,
es de amor, de ternura infinita,
al ver que te adoro con rasgos de idólatra.
Así quiero que seas, Dorila:
amante sin fuego que abrasa y arrolla
pero huyendo también de la nieve
que en blanco sudario los campos transforma.
En la zona templada del alma
se vive la vida más dulce y hermosa,
y se ven lontananzas sublimes
que alegra, atraen, recrean y arroban
como el rocío,
como la tórtola,
como la brisa,
como la aurora.
FLORES SECAS
Cuando viene el invierno de la vida,
las dulces ilusiones
que embellecieron nuestra edad florida,
con besos y canciones,
son marchitadas por el cierzo frío
del desengaño destructor e impío.
Ya lo expresó de escultural manera
el verso esproncediano.
Toda ilusión que en nuestra mente muera
al golpear insano
del hado adverso, es hoja desprendida
del árbol enfermizo de la vida.
Como un árbol de copa amarillenta
que el otoño despoja,
y cual yerto esqueleto al aire ostenta
tronco y ramas sin hoja,
así el mortal cuando sus carnes vanas
son un freno de arrugas y de canas.
¡Hermosa juventud que me engañaste
con frívolos placeres!
¿Por qué en cáliz de aromas me brindaste
la miel de las mujeres,
si hoy me dejas sin tu dulce abrigo?
¡Oh juventud falaz! ¿Yo te maldigo!
¿Y, qué es la juventud? El raudo vuelo
de fugaz mariposa
que no se ve en la inmensidad del cielo.
Es algo, es una cosa…
La juventud, con su ropaje de hada,
es un ensueño, una quimera, nada…
Olvidemos la edad de los amores
cuyo recuerdo amarga
como un clima sin plácidos albores,
como una ausencia larga…
Son juventud y amor palabras huecas,
un puñado, a lo más, de flores secas
EL NUMEN
Yo soy el Ángel Bueno, desciendo de la altura
para cantar un himno de amor a Villarreal,
a ti, ciudad augusta de espléndida hermosura,
a ti, matrona regia, florón de esta llanura
que siempre resplandece con luz primaveral.
En el feliz sombrío de frondas deleitosas,
tu cuna fue mecida por la cristiana grey;
envidian tu linaje ciudades populosas,
por no tener la dicha brillante que tu gozas
de ser la hija más bella de un poderoso Rey.
Tus hijos reconocen que, de su patria Historia,
la encarnación suprema es Cristo Redentor.
Por eso, si le aclaman en días de victoria,
no dejan de pedirle su luz propiciatoria
en todos los momentos sombríos del dolor.
También puedes gloriarte, ¡oh, encanto de la Plana!,
de andar entre zarzales sin lastimarte el pie,
porque en el verde prado de la Orden Franciscana
brotó, abundante y limpia, la rústica fontana
que baña las raíces del árbol de tu fe.
La fe engrandece, siempre que en ella se confía;
Ejemplo sin segundo lo ofrece San Pascual:
Sus dúlcidos deliquios, ante la Eucaristía,
Valieron al leguito, que nada presumía,
La admiración del mundo, renombre universal
Posees otra joya, ciudad de gracias llena,
como un recuerdo tierno del medieval fervor.
Allá junto al Mijares, desde su orilla amena,
te llama y te bendice la celestial morena,
la fuente de la Gracia, la Madre del amor.
Amor que se desprende, cual plácido rocío,
del pecho de una Madre más pura que el jazmín…
No seas tú insensible, imita al manso río,
y adora las bondades de aquel corazón pío
con lágrimas de gozo, con un amor sin fin.
Jamás la negra duda que entenebrece el alma,
ni el odio criminoso te hagan claudicar.
Con fe, se reverdece de la virtud la palma:
y si el rencor te acosa robándote la calma,
en la risueña Ermita aprenderás a amar.
Yo soy el Ángel Bueno; me vuelvo hacia la altura,
después de haber cantado el himno a Villarreal:
a ti, ciudad augusta de espléndida hermosura,
a ti, matrona regia, florón de esta llanura
que siempre resplandece con luz primaveral.
(fragments del seu poema guardonat amb la Flor Natural als Jocs Florals de les festes de Sant Pasqual l’any 1923)
HIMNE DE LA CONGREGACIÓ DE FILLES DE MARIA IMMACULADA (1929)
(fragment)
Congregantes de la Inmaculada
entonemos cantares de amor
a la que es nuestra Madre adorada
y delicias sin fin del Señor.
España fervorosa
a todos se adelanta
y desde antiguo canta
tu pura Concepción;
y es que Santiago Apóstol,
del Ebro en la ribera,
despliega tu bandera
que es nuestra salvación.
Congregantes de la Inmaculada...
Pascual, el ornamento
de la Orden Franciscana,
la Asociación Mariana
fundó en Villarreal;
pues el leguito santo
que en Cristo se dormía
también tuvo en María
su sueño celestial.
Congregantes de la Inmaculada...
El estrellado cielo
que causa nuestro encanto
te viste con su manto
de plata y de zafir,
alfombran tu carrera
dorados arreboles
y no pueden los soles
contigo competir.
Congregantes de la Inmaculada...
En la gentil diadema
que ciñe tu alba frente
como un rubí fulgente
va nuestro corazón.
recíbelo María,
porque tus hijas todas
en tus Doradas Bodas
te ofrecen este don.
Congregantes de la Inmaculada...