Antologia poètica d'Angelina Abad

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Mestra d’infants i escriptora, Angelina Abad va nàixer el dia 20 de desembre de 1893. Va tenir als anys vint i posteriors una activa presència en l’àmbit de la vida social i cultural de la ciutat, en un temps en que la intervenció pública de les dones estava encara molt limitada, en especial en un ambient de tendència eminentment conservadora. Dotada d’una gran sensibilitat estètica i creativitat lírica, els seus escrits poètics foren habituals en els mitjans de comunicació provincials, “Diario de Castellón”, el setmanari "Villarreal" o els butlletins de diferents associacions locals, unes vegades signant amb el seu propi nom, o emprant pseudònims com el de “Cèlia”. Va morir el 4 de febrer de 1965. L'Ajuntament de la ciutat ha retolat amb el seu nom un carrer i un centre d'ensenyament.

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Angelina Abad


PATRIA MÍA

En el jardín risueño de la Plana,

brotó una delicada y linda rosa;

transformándose en flor maravillosa

por su hermosura y gracia soberana.


Flor que el vergel bellísimo engalana

brillando como joya esplendorosa,

engarzada en la tierra generosa

que sabe conservarla siempre ufana.


Esa flor, eres tú, ciudad amada.

Eres la rica joya aprisionada

en el vergel bellísimo, ideal


¡Sean pues las estrofas de mi canto,

la vibrante expresión del amor santo

que te profeso a ti, Villarreal!



A VILLARREAL

Yo quisiera entonar, pueblo querido,

dulces canciones a tu fértil suelo...

y pintar la hermosura de tu cielo

con palabras de bello colorido.


Yo quisiera explicar lo que he sentido

cuando el alma, emprendiendo raudo vuelo,

se ha llenado de plácido consuelo,

admirando tu suelo bendecido.


...Y quisiera ensalzar toda tu historia!

Mas encuentro tan rudos mis cantares...

tan exentos de gracia y de colores,


que creo dejarán mejor memoria

tus naranjos ¡cuajados de azahares!

y tus lindos jardines con sus flores.


EN LA MUERTE DEL POETA DON FRANCISCO MORENO

Llora, pueblo, llora tus hondas tristezas.

Ha muerto el poeta aquel que sabía

en lindas estrofas cantar tus bellezas.

Murió tu poeta… ¡Llora, patria mía!


Ha muerto aquel genio que un día arrancara

notas muy vibrantes a su hermosa lira.

Ha muerto el poeta que a ti te ensalzara.

Llora, pueblo mío, sí… ¡Llora y suspira!


Vendrán, sin embargo, tus nuevos cantores

pulsando sus liras con gran sentimiento,

cantando alegrías, cantando dolores

y lanzando todas sus quejas al viento.


Mas, ay, que la mano vigorosa y fuerte

que trazó mil veces estrofas sentidas

ha quedado inmóvil… ¡Soplo de la Muerte

que así va segando tan preciosas vidas!


¡Oh, pueblo, mi pueblo…! En tu dulce calma

brotan mis estrofas con dolor profundo,

pues va meditando con tristeza el alma

que acaban muy pronto las dichas del mundo.


Locas ambiciones, esperanzas vanas,

sueños venturosos que la mente encierra,

apenas empiezan las glorias mundanas

el polvo las cubre, las cubre la tierra…


Tu poeta ha muerto. Tu hijo querido

ha hallado en tu suelo tranquilo reposo.

Sería imposible echar al olvido

su nombre, que siempre ha de ser glorioso.


Llora, pueblo, llora tus hondos pesares.

No existe el poeta que, con fe y anhelo

te dio sus vibrantes y tiernos cantares…

Pero, no, no llores, que al dejar tus lares,

también puede el alma cantarte en el Cielo.


¡ES MI ESPERANZA!

Cuando en las negras horas de la vida,

faltándome las fuerzas, el aliento,

no quisiera saber ni lo que siento

porque creo sentir mi fe perdida…


Entonces, cuando el alma entristecida

comunica tristeza al pensamiento,

oigo una dulce voz, un blando acento,

que los dolores calma de mi herida.


Surge de las tinieblas, ¡Oh ventura!

una luz que brillando en lontananza

envuelve a una hermosísima figura…


¡Y cuando el alma a comprender alcanza,

ve la mirada bondadosa y pura

de Jesús, que es mi amor, y es mi esperanza!


DIOS MÍO

Vuela el alma hasta Vos, Jesús amado,

con el fin de llorar vuestros dolores;

testigo quiere ser de los horrores

que comete hacia Dios el pueblo airado.


Pero… mira ese cuerpo destrozado,

y viendo que el Amor de los amores

expira entre dos grandes malhechores,

detiénese el espíritu angustiado.


Dejad que llore yo tan triste suerte;

dejad, Señor, que a vuestros pies rendida

adore vuestro cuerpo en santa calma…


Y haced, ¡gran Dios! por vuestra horrible muerte,

que en todos los instantes de mi vida

conserve vuestra imagen en mi alma.


RECUERDOS DE LA INFANCIA

¡Oh dorada ilusión, dulces abriles

que hace tiempo pasasteis a la historia,

recuerdos de los años infantiles,

qué grabados os tengo en la memoria!


Jamás olvidaré tanta belleza.

¿Y es que habrá quien olvide aquellos días

en que suele prestar Naturaleza

fuentes de inagotables armonías?


La huérfana que sola y triste vive

sufriendo los rigores del destino,

al hablar de su infancia se desvive

por prestarle un matiz casi divino.


Y el mendigo que, hambriento y silencioso,

vemos vestido de mugrientos trapos,

recuerda de la infancia el cuadro hermoso

y olvida su miseria y sus harapos.


Dejemos, pues, que el alma se remonte

hacia otros tiempos, hacia aquellos años

en que vimos espléndido horizonte

porque no conocimos desengaños.


¡Era bello el vivir! ¡Con cuánto anhelo

corrimos tras pintadas mariposas…!

Pensábamos cogerlas en un vuelo,

más ellas se alejaban presurosas.


Aquel cielo profundo era un encanto;

más preciosas, también aquellas flores.

Con deleite escuchábamos el canto

de escondidos y alegres ruiseñores.


Parecía otro mundo; fue otra vida.

Mucho más me gustaban esos lares.

La espina del dolor no abrió una herida,

y allí nunca existieron los pesares.


Mas, ¿para qué seguir? Mi tosca pluma

no transmite al papel lo que yo siento;

mis ideas se convierten en espuma

al querer expresar mi pensamiento.


Ya tan sólo diré que el que ha olvidado

esos años de dicha y de ventura,

olvidó lo mejor, lo más sagrado,

¡lo que no ha de olvidar la criatura!