Antologia poètica d'Alejandro Font de Mora

De Vilapedia
Dreceres ràpides: navegació, cerca

Alejandro Font de Mora Turón (Vila-real, 1949) és un polític valencià que ha ostentat distints càrrecs al Consell de la Generalitat Valenciana. Metge forense, en la seua vida privada, ha estat interessat per totes les manifestacions culturals i artístiques, conrea l’afició per la pintura (ha realitzat cinc exposicions individuals i dotze col·lectives dels seus olis) i, com a escriptor ha publicat diversos llibres de poesia ("Pretexto contra el tiempo”, “De la parábola”, "Memorial del otoño", "Ex libris:imagen y palabra")


OFICIO DE EXORCISTA

Venís a poner en mis manos vuestros cuerpos

pretendiendo que mi escuálida ciencia

extirpe de vosotros tantos años de angustia

Al cabo no hacéis más

que obedecer a quienes os han dicho

que soy el heredero de saberes remotos,

un nigromante cercano a las magníficas promesas

de ese dios cuyo rostro se os oculta revestido

del enceguecedor ropaje de la técnica.


Pobres hermanos míos, engañados otra vez más.

Miradme: ved que envejezco y muero rodeado

de esta frondosa cábala,

que yo también soy barro, que mis manos

no son más que instrumentos de desazón.

¿Que qué hay que hacer entonces?

Volveos a vosotros y si podéis –si os dejan-

escudriñad la urdimbre de vuestro mal.

Descubriréis la inflamación que produce la envidia,

el cáncer de sentiros preteridos,

la gangrena de la desigualdad, la parálisis

que da la indefensión, el pus nacido

de tanta soledad, de tanto miedo

de tanta impotencia reprimida.

Después, luchad contra quienes os niegan

la eficaz medicina de ser libres, y si luego

aún os sentís enfermos,

volved acaso a mí, veremos

de encontrar el remedio imposible

a nuestra común enfermedad:

ser sólo hombres.


(De “Pretexto contra el tiempo”)



PARÁBOLA DEL PEZ QUE CONOCÍA SU DESTINO.

Ahora te miran, pez, en tu agua recluida,

en tu nítida esfera, agua de las palabras.

Mantén redondo el ojo, metáfora de luz, y

vigilante. No te agites en gritos burbujosos, frío,

frío tu coselete de escamas, toda

tu cota espuma, prudencia

que entre los dedos pasa.

Eres

patrimonio del mar. Tan larga huida

viene a dar en simas de distanciamiento,

con tu cuerpo ya carne nacarada, ausente,

ya espina ritual, gelatinosa.

Vives

porque te miran para huir, tan ágil;

qué verbo cierto en los elegantes coletazos,

en el escorzo que al anzuelo burla

de la disuelta rabia.

A las manos opones

un escurrir viscoso, a las ajenas voces

un hueco resonar de campanas felpudas,

a los ciegos arpones para matar sin alma

la verdad incorpórea del desdén,

nunca diana. Tus migraciones

se registran en los exactos libros, tus ovas

son escrupulosamente recontadas

y el estertor de tu salado orgasmo

cifrado queda. Pólizas

para el mar. Ojos de vidrio latón

para el desdibujado misterio

de tu nado. Y tú lo sabes. Sabes

que la lejana red ya pespuntea

un infinito círculo,

que en su apretada malla

tu corazón azul no halla fisuras,

que el rítmico sonar de los motores

es un tambor de funeral.

Sólo pues

nadas, aspiras, azul, veloz,

entre las deyecciones de los cascos

tu libertad cimera, breve, breve. Todo

aletas, vejiga, todo trazo en las aguas, pasajero.

Y en tu acerado lomo todos

los ojos fijos. Cuando el cerco se cierre y no nades

al fin, al fin callado,

serás mojama al sol, sal

y silencio; el alimento

para oreada tranquilidad

del marinero: Nada, pez,


Nada

(De “De la Parábola”)


ISLA ERES TÚ

Isla eres tú sobre el mar de los días

y yo habito tu centro como el único náufrago,

déjame que me tiente los harapos y busque

una concha, una perla, una palmera, un cántico.


Isla redonda en derredor mío,

círculo mágico donde las olas del desencanto mueren,

farallón impertérrito no rendido a la espuma,

espejo donde miran su porvenir los peces.


Isla en la Isla del universo mío,

multiplicada en hijos como los archipiélagos,

bajo tu concha muevo mis miedos ancestrales

mis pasos inseguros, como los ermitaños.


Isla entregada, mansa, suave como el austro,

en tu arenas rindo las olas de mi sangre,

como un ave circulo en tu tibio contorno

sin más cielo que el tuyo, sin más aire que tu aire.


Isla, que yo no quiero abandonarte nunca

ni en gráciles fragatas, ni en ágiles balandros

y morirme en el centro de tu cálido mundo

como mueren los dioses, como mueren los náufragos.


(De “El Círculo sin Centro”)


YO NO TENGO

Yo no tengo otra cosa sino sal para darte

en esta atropellada carrera de mis olas,

mis manos están secas de cernir roquedales,

buscando entre las algas las imposibles perlas.

Yo no sé qué habrás visto irisando mis aguas,

ni qué ancestral llamada te atrajo hasta mis cauces,

pero cuando te acoges a mi vaivén salado

las tormentas se olvidan de fraguar sus embates.

Sirena de las aguas de mi mar recoleto,

yo no quiero más música que tu voz en mi oído

ni otros arrecifes que los que tú me hilvanes.


Y si algún triste día se han de secar los mares,

y los peces se tornan residuos cristalinos,

y las playas se mudan en áridos desiertos,


Yo me volveré lágrima y la sal de mi vida

habitará en tus ojos: en el mar que yo quiero,

en la única agua de la que estoy sediento.


(De “El Círculo sin Centro)


DOS SONETOS DE “UT PICTURA”

A VELAZQUEZ

Maestro eres del aire detenido

por la menina atenta al soberano

y de la rauda elipsis de la mano

a la que Aracné presta contenido.


Maestro que avivaste lo encendido

en la olímpica fragua de Vulcano,

que al aguador adusto y sevillano

el cántaro pintaste humedecido.


Y que a quien fuera triste soberano

de un reino reducido ya a cenizas

y a recuerdos de un tiempo esplendoroso


con tu pincel genial y poderoso

a lo más alto de la Historia izas

donde lo hermoso triunfa de lo vano.


A JOSÉ BIOT

El Arte es superior a la Naturaleza” (Antón Rafael Mengs)


Tienes Biot, maestro, en la cabeza

un mundo de visiones hechas leño

cuya corteza vas, de sueño en sueño,

engrosando con densa sutileza.


De la madera tomas la certeza

de que el tronco no ceja en el empeño,

de que la forma nunca tiene dueño,

de que a pintar se acaba y no se empieza.


Déjame que te tome la paleta

y con pincel de versos te lo diga:

No dejes que la moda te lo enfosque,


ni la opinión abstracta del esteta

dejes que te conmueva o te persiga,

que valen más tus árboles que el bosque.



EL HABANO DE LOS DOMINGOS

Las erinias me tienen relegado

al cuarto de fumar

que ahora el tártaro es

espacio de salud. No importa:

la tamizada luz

del invierno clemente llena la estancia

y la madera de anaqueles colmados

se enriquece en matices rojizos

y la densa cretona de los sillones se armoniza

con los nudos mullidos de la alfombra.

Sobre la chimenea

el reló estilo imperio me acompaña

con su cortés tic-tac

y los atizadores de latones dorados

perezosos esperan climas peores. Todo

está detenido como los viejos castaños de las indias

que en la calle

esperan, pacientes y seniles,

los nuevos brotes de la primavera

que sus cansadas copas reverdezcan.

Yo reposo tras la comida opípara,

el café espeso y dulce, el licor fuerte, aromoso,

y el habano…

El habano me habla

con la voluta azul que lo consume

y se pierde en el aire de la estancia impertérrita.

Me habla dulcemente del pasado

mío y de otros, con sutiles humos

que acarician gastados lomos

de las enciclopedias, acuarelas de rosas,

pasteles de paisajes lluviosos, óleos

de un valle paradisíaco donde

olivos se recortan sobre el fondo

de la montaña mítica: Sóller,

el Puigmajor. El habano

y yo, los dos aquí y ahora

en un proceso de lenta y asumida

consunción. Así me veo

en los marcos de plata cuidadosa

joven junto a mis hijos, niños

que ya no son, y yo aquel joven

que ya tampoco soy, y los abuelos

desvaídos y grises que sonríen

en gestos consumidos por el tiempo.

Es un domingo cautamente feliz,

es un domingo familiar y entrañable,

es un domingo como otros tantos donde fumo

el cigarro y la vida.

Juntos, cigarro y yo,

ascendiendo suaves por el aire

en humo irreversible

de las horas que pasan.


El cigarro se apaga, cuidadoso retiro

la vitola y cariñosamente lo confío

al reposo final del cenicero.

Ya sólo quedo yo

¿por cuánto tiempo?

Suena el reló: las cuatro.

Me despierto.